Dioses Mexicanos: Los aztecas y los dioses que formaron un imperio

La mitología azteca es la base primordial de todos los dioses mexicanos. Los aztecas eran grupos de habla náhuatl que vivían en el centro de México y gran parte de su mitología es similar a la de otras culturas mesoamericanas.

Según la leyenda, los diversos grupos que se convertirían en aztecas llegaron desde el norte al valle de Anáhuac alrededor del lago Texcoco. La ubicación de este valle y lago de destino es clara, es el corazón de la ciudad moderna de México, pero se puede saber con certeza poco sobre el origen de los aztecas.

Origen

Aquí hay diferentes cuentas de su origen pero todas se vinculan a su religión y a los dioses mexicanos. En el mito, los antepasados de los mexicas / aztecas provenían de un lugar en el norte llamado Aztlán, la última de las siete nahuatlacas (tribus de habla náhuatl, de tlaca, «hombre») para hacer el viaje hacia el sur, de ahí su nombre «Azteca». » Otros relatos citan su origen en Chicomoztoc, «el lugar de las siete cuevas», o en Tamoanchan (el origen legendario de todas las civilizaciones).

Se decía que los mexicas / aztecas eran guiados por su dios Huitzilopochtli, que significa «colibrí zurdo» o «colibrí del sur». En una isla en el lago Texcoco, vieron un águila con una serpiente de cascabel en sus garras, encaramada en un nopal. Esta visión cumplió una profecía diciéndoles que deberían encontrar su nuevo hogar en ese lugar. Los aztecas construyeron su ciudad de Tenochtitlán en ese sitio, construyendo una gran isla artificial, que hoy se encuentra en el centro de la Ciudad de México. Esta visión legendaria se representa en el Escudo de Armas de México.

Mito de la Creación

Según la leyenda, cuando los mexicas llegaron al valle de Anáhuac alrededor del lago Texcoco, los otros grupos los consideraron como los menos civilizados de todos, pero los mexicas / aztecas decidieron aprender y tomaron todo lo que pudieron de otras personas, especialmente de los antiguos toltecas (a quienes parecen haber confundido parcialmente con la civilización más antigua de Teotihuacan).

Para los aztecas, los toltecas fueron los creadores de toda cultura; «Toltecayotl» era sinónimo de cultura. Las leyendas aztecas identifican a los toltecas y el culto de Quetzalcóatl con la legendaria ciudad de Tollan, que también identificaron con los teotihuacanos más antiguos.

Mitos según catástrofes

Debido a que los aztecas adoptaron y combinaron varias tradiciones con sus propias tradiciones anteriores, tenían varios mitos de creación. Todos también incluían a los dioses mexicanos.

Uno de ellos, los Cinco Soles, describe cuatro grandes eras que preceden al mundo actual, cada una de las cuales terminó en una catástrofe, y «fueron nombradas en función de la fuerza o elemento divino que violentamente puso fin a cada una de ellas». Coatlicue era la madre de Centzon Huitznahua («Cuatrocientos sureños»), sus hijos, y Coyolxauhqui, su hija. Encontró una bola llena de plumas y la colocó en su cintura, quedando embarazada de Huitzilopochtli.

Sus otros hijos comenzaron a sospechar de la identidad del padre y prometieron matar a su madre. Dio a luz en el monte Coatepec, perseguida por sus hijos, pero el recién nacido Huitzilopochtli derrotó a la mayoría de sus hermanos, que se convirtieron en las estrellas. También mató a su media hermana Coyolxauhqui rasgándole el corazón con un Xiuhcoatl (una serpiente azul) y arrojando su cuerpo por la montaña. Se decía que esto inspiraba a los aztecas a arrancar los corazones de sus sacrificios humanos y arrojar sus cuerpos por los lados del templo dedicado a Huitzilopochtli, que representa el sol que ahuyenta las estrellas al amanecer.

La Quinta Edad

Nuestra edad (Nahui-Ollin), la quinta edad, o quinta creación, comenzó en la antigua ciudad de Teotihuacan. Según el mito, todos los dioses mexicanos se habían reunido para sacrificarse y crear una nueva era. Aunque el mundo y el sol ya se habían creado, solo a través de su sacrificio el sol se pondría en movimiento y el tiempo, así como la historia podría comenzar.

Se suponía que el dios más guapo y más fuerte, Tecuciztecatl, se sacrificaría, pero cuando llegó el momento de autoinmolarse, no pudo saltar al fuego. En cambio, Nanahuatl, el más pequeño y humilde de los dioses mexicanos, que también estaba cubierto de forúnculos, se sacrificó primero y saltó a las llamas. El sol se puso en movimiento con su sacrificio y comenzó el tiempo. Humillado por el sacrificio de Nanahuatl, Tecuciztecatl también saltó al fuego y se convirtió en la luna.